12.9.12

Guardiola sale del armario (independentista)

Detrás de la apariencia elegante, siempre impecable, perfectamente conjuntado y con esa capacidad que solo algunos elegidos tienen de marcar tendencia con su forma de vestir, de comportarse o de interpretar su profesión, Pep Guardiola siempre ha escondido su Mr. Hyde de comportamiento más similar al resto de los mortales. Lo ha dejado salir pocas veces, pero se ha retratado en varias ocasiones porque humanos somos todos y, a veces, nos puede la sangre. Incluso a Pep.



Que Guardiola tiene sentimientos independentistas lo sabíamos ya desde hace tiempo. En diciembre de 2010 dejaba aquella perla de que "Cataluña es un país acostumbrado a sufrir porque pintamos muy poco" cuando el Barcelona casi no llegó a jugar un partido en Pamplona por su capricho de viajar en el día en avión cuando la situación en España aquellos días era de excepción porque una nube de gases procedentes de un volcán en Islandia obligó a cerrar el espacio aéreo en más de la mitad del país.Como tantas veces, el ínclito Pep se salió con la suya y se retrasó el horario del partido para regocijo del mès que un club e indignación del resto.

No fue ese el único episodio pero, al menos en esa ocasión, Guardiola dejó entrever su concepto de Cataluña de forma directa, nítida y delante de todos. No como en el día de ayer, que esperó a estar en Nueva York, su lugar de retiro para descansar de lo agotado que está de ganar títulos, para mencionar en una comunicación pública la palabra "independencia", ofreciendo su voto, aunque no se conoce referéndum alguno sobre nada como para que el hombre que orinaba colonia tenga que votar nada. Sabíamos que era independentista, pero no tan cobarde.


Este maestro de la falsa modestia, consumado actor de las salas de prensa, que en su día defendió los colores de esa España nuestra de la que se quiere independizar, no tardará en rebautizar su año sabático como exilio de la nación opresora. Tampoco sería de extrañar que, embriagado de la influencia de su amigo, valedor e ideólogo Laporta, decidiese, igual que el ex-presidente del Barcelona, presentar su candidatura política o, quién sabe, bajarse los pantalones en algún aeropuerto.

En definitiva, una decepción más que añadir a la extensa lista que acumulan los los millones de seguidores del Barcelona que, o bien no son independentistas, o ni siquiera catalanes  y que ven, una vez tras otra, cómo algunos personajillos utilizan la privilegiada posición que la proyección iunternacional del club les da para mezclar política y deporte, haciendo del Barça un icono secesionista.

Me pregunto qué sentirán aquellos jugadores que en sus cuarenta y siete partidos con la selección española se abrazaron junto a él en la alegría de los triunfos o lloraron eliminaciones como la del Mundial de Estados Unidos contra Italia. Quién no recuerda aquel partido contra Austria en Mestalla en marzo de 1999 que terminó 9-0 y que fue uno de los mejores partidos que se le recuerdan a la selección que entrenaba José Antonio Camacho. ¿Qué pensará hoy de él el que fue su seleccionador? ¿Y Raúl de aquellos abrazos tras la combinación entre ambos que terminó en un gol antológico? Alfonso ya ha mostrado su decepción con Pep. No es el único.


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