20.8.12

... Y en esto, despertó.

Roberto Canella en el partido de Soria.
La prensa lo vende y los aficionados lo creen, pero no es así. Un equipo recién descendido a Segunda no es favorito al ascenso por el hecho de venir de una categoría superior ni por mantener al grueso de la plantilla de la temporada anterior. Antes al contrario, puede verse metido en una vorágine de resultados negativos y con un espíritu perdedor por la continuidad de la tendencia derrotista de la campaña precedente. Pero los medios locales tratan de hacerle al equipo un lugar entre los candidatos al ascenso por favorecer el clima y se venden las incorporaciones como si se hubiera firmado internacionales en vez de jugadores normales y corrientes.



Manolo, entrenador del Sporting.
Y a las primeras de cambio viene la primera derrota en competición oficial y saltan las alarmas. La coherencia del entrenador joven y su aire fresco se convierten en inexperiencia y poca preparación. La seriedad del trabajo realizado en pretemporada pasa a ser experimentos fallidos. La ilusión se transforma en impaciencia y se comienza a ver la segunda jornada de una liga de 42 en la primera final para no descolgarse de la cabeza.

Jugadores del Numancia celebran un gol .
Ni tanto, ni tan calvo. El Sporting de Gijón ha hecho una reconversión de la plantilla y el cuerpo técnico en la medida de sus posibilidades económicas, que no son tantas, de una forma tranquila y meditada, tratando de huir de algunos espectáculos bochornosos protagonizados por algunos sujetos durante la temporada anterior. No se puede pedir que el equipo suba en septiembre porque los ascensos se consiguen en mayo. Pero se pueden perder mucho antes. Los equipos recién descendidos vienen de hacer una temporada para olvidar y con una dinámica derrotista que supone una herencia muy peligrosa para el curso siguiente, pues una serie de malos resultados al inicio pueden desencadenar nerviosismo, impaciencia, ansiedad, y desconfianza, no solo entre el aficionado, sino en el seno del propio club, que es más preocupante. No son pocos los ejemplos de clubes que no asimilaron la pérdida de categoría  ni entendieron la Segunda y lo que cosecharon fue encadenar otro descenso a Segunda B.

Barrera intenta robar un balón.
En el Sporting uno de sus mayores activos es la Mareona, incondicional en las buenas y en casi todas las malas. Pero, como todos en esta vida, hay un límite. Y cuando en una categoría se busca la permanencia es más fácil tolerar las derrotas, siempre y cuando se vayan haciendo puntos que eviten el sufrimiento. Pero cuando lo que se pretende es ascender, los empates son resultados muy negativos.


Lo fundamental en esta temporada en Gijón es la unidad de club, vestuario y afición. Y que todos, con los pies en el suelo, sepan donde están y lo difícil que será conseguir el objetivo. Los primeros, los jugadores y el cuerpo técnico, quienes deben trabajar de manera acorde a la categoría en la que competirán. No se puede ser tan blando como en Soria. La Segunda exige contundencia, especialmente en campo propio, aunque también en el ajeno. Las permanencias se atan en casa, los ascensos se ganan cada domingo. Y la condición de favorito se adquiere ganando seis o siete de los primeros diez partidos.

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