23.8.12

Arcas llenas, estadios vacíos.

La primera jornada de liga en Primera ha estado marcada, más allá de los resultados o los nuevos fichajes, por los horarios que las televisiones han impuesto a los clubes, especialmente el invento que para la ocasión se han sacado de la manga poniendo tres partidos en lunes y tres horarios a las once se la noche. La excusa del calor y de las vacaciones para establecer estos horarios choca de frente con el hecho de colocar el inicio liguero más madrugador de la historia en la competición española.




El resultado de esta maniobra de los operadores televisivos ha sido la espantada general de los estadios. Casi un 40% de asientos vacíos en la que pretende ser la mejor liga del mundo. Varias aficiones en "huelga de animación" como medida de protesta por la parrilla de horarios y una sensación generalizada de que nos están tomando el pelo y nos estamos dejando. Tan solo ha habido tres campos en los que la asistencia se puede considerar como notable. Y los tres tienen justificaciones poco perdurables en el tiempo.

En el Bernabéu, además de jugarse a una hora normal, las siete de la tarde, se juntaban campeón contra el tercero de la liga pasada y el hecho de que se vendieron muchas entradas de asientos que los socios ponen a disposición del club porque no van a asistir. En Riazor la expectación de la vuelta a Primera y el mismo horario que en Madrid, supusieron aliciente suficiente para que se juntasen 30.000 personas. Y en el Ciudad de Valencia registró buena afluencia de aficionados por la visita del Atlético de Madrid y la cantidad de veraneantes que optaron por acercarse al campo del Levante. Los demás, miles de asientos vacíos en una jornada muy madrugadora en el calendario y demasiado tardía en los horarios.

Cuentan que ese horario se terminará en un par de semanas y que todo volverá a la "normalidad" de la temporada pasada, por lo que ya no habría partidos que comenzasen un día para terminar en la madrugada del siguiente. Pero a ver quién se lo traga a pies juntillas, cuando la credibilidad de todas las partes implicadas está más que en entredicho al modificar los horarios que para la segunda jornada tenían varios equipos, todos ellos grandes.

Los clubes han vendido sus derechos televisivos y, con ellos, su alma al diablo de los operadores, cuyas decisiones conseguirán vaciar los estadios, algo que quizá, en el fondo, pretendan para que el aficionado vea a su equipo por televisión y no en vivo. El problema vendrá cuando el presidente de turno (ejemplo: señor Lendoiro) que ahora no entiende las criticas de los aficionados y defiende a los operadores tenga que pedir que su afición acuda en masa al campo a animar a un equipo que se juegue la permanencia, Europa o la Champions y se encuentre unas gradas medio vacías por culpa de los horarios.

La cuestión es que los clubes han elegido vender su capacidad de maniobra y con ella iba parte del respeto al socio. Al del presente y al del futuro, porque cada vez es más complicado llevar a loa hijos al fútbol. Los horarios más adecuados, los de sábado por la tarde o domingo por la mañana y primera hora de la tarde apenas cuentan con tres o cuatro de los diez partidos de la Liga BBVA. De lo que no se han dado cuenta los clubes es que el dinero de las televisiones como ha venido se irá, y que si pierden gran parte de su masa social por el desencanto de los horarios, será muy complicado recuperarlos, especialmente a la siguiente generación, que si no adquiere la costumbre que todos tuvimos de iniciarnos en el fútbol con nuestros padres, jamás tendrán el aliciente de ver un partido que no sea televisado.

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