¿Será casualidad que los errores más clamorosos de los árbitros se han cebado con España?
En lo que llevamos de Juegos Olímpicos, además de ir sumando decepciones, delegación española va sumando, y sufriendo, decisiones arbitrales más que polémicas que han lastrado el rendimiento y los resultados de nuestros deportistas.
La primera polémica fue el bronce en judo que le fue escatimado a Sugoi Uriarte por la decisión sospechosamente unánime de los tres jueces en un combate en el que no dejó de atacar mientras el coreano dejaba pasar el tiempo sin ser sancionado. De hecho, la sanción se la llevó el español por un ataque sin agarre no permitido.
Después vinieron los supuestos penaltis (uno de ellos muy claro) que no le señalizaron a la Selección de fútbol en su partido contra Honduras que supuso la eliminación matemática de nuestro combinado. Una gran decepción que algunos quisieron justificar mediante la vieja táctica de culpar al árbitro.
Pero el caso más sangrante, el que más injusto ha sido hasta la fecha ha sido el gol primero concedido y luego anulado a nuestro equipo de waterpolo masculino en el último segundo que hubiera supuesto un merecido empate en su difícil encuentro. A pesar de ye el árbitro de gol concedió el tanto y que las repeticiones parecen muy claras al respecto, el colegiado principal optó por anularlo y el comité de competición desestimó el recurso presentado por la Federación española.
Tras estas decisiones muchos tienen la mosca detrás de la oreja con respecto a lo que a los arbitrajes sobre los deportistas españoles se refiere. Ahora bien, ¿Será que los españoles somos muy llorones? Históricamente lo hemos sido, pero en este caso parece que no
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