31.7.12

Las razones de un fracaso

Mata se lamenta en el partido contra Honduras.
Que la eliminación del equipo olímpico español de fútbol a las primeras de cambio es un rotundo fracaso lo sabe todo el mundo y lo reconocen los protagonistas. Como suele ser de esperar en los entrenadores, las primeras declaraciones de Luis Milla, seleccionador español, han sido para atribuirse la máxima responsabilidad de esta decepción mayúscula de un equipo que se presentó el Londres como uno de los favoritos a las medallas y que ha terminado saliendo por la puerta falsa teniendo que padecer, además, dos días de entrenamientos y el intrascendente partido final ante Marruecos que será un castigo tremendo. Las claves de una eliminación sonrojante son las siguientes:



1. El seleccionador. Milla venía haciendo un buen trabajo en las categorías inferiores de la Federación, llegando a conseguir un campeonato de Europa sub21 el pasado verano. Pero en esta cita olímpica el seleccionador ha fracasado. Ha planteado mal el torneo desde el mismo momento en el que confeccionó la lista de jugadores para el mismo. Una plantilla descompensada, con muchos jugadores de perfiles repetidos, con las mismas características y otros situados en posiciones donde no aportan lo que acostumbran.
Luis Milla en rueda de prensa.

El gran pecado de Milla ha sido el de traicionar el modelo de la Roja. Desde la época de Luis Aragonés, la selección española se ha caracterizado por un tipo de juego que le ha proporcionado los éxitos de los últimos cuatro años. En las dos Eurocopas y el Mundial de Sudáfrica España ha jugado con un estilo en el que prima la posesión de balón, el toque, el juego combinativo desde atrás buscando la profundidad en el juego con mucha movilidad en el centro del campo y la delantera para crear y aprovechar espacios libres que generen ocasiones de gol con cierta facilidad. Y el requisito indispensable es la unión de centrocampistas de talento junto a extremos veloces y delanteros certeros.

Mientras la selección absoluta juega con hasta seis centrocampistas y con el llamado falso 9, la selección olímpica jugó sus dos partidos con dos únicos centrocampistas. El modelo se ha roto.

Decepción contra Japón.
2. Los jugadores. Los futbolistas han muerto de éxito. Han hecho suyos los logros de los mayores influenciados, seguramente, por la presencia de tres flamantes campeones de Europa (Mata, Jordi Alba y Javi Martínez) y por la tendencia de éxitos de la práctica totalidad de las selecciones nacionales, que en los últimos años han cosechado una cantidad de títulos como nunca ningún país en la historia lo había hecho antes. Son jugadores todos de Primera División, aunque jóvenes y por ello no han sabido llevar la presión de sentirse favoritos en una competición diferente, en la que España tiene como gran éxito el logrado en Barcelona'92, cuando alguno de ellos no había ni nacido.

3. El rendimiento. A un equipo con la calidad que se le supone (y que ciertamente posee) a la selección olímpica, se le ha de pedir que sea superior a sus rivales en la mayor parte de los encuentros. Japón fue superior a España en la totalidad del partido, del que pudimos salir con una goleada en contra de escándalo. Puede que los españoles tuvieran más posesión, pero si el balón no pasa de medio campo esa posesión es inútil. Y contra Honduras nuestros representantes sólo fueron mejores en la segunda parte. La primera fue, como continuación de los noventa minutos del primer partido, vergonzante. Cuarenta y cinco minutos de 180 son un bagaje paupérrimo para una selección que quiere optar a medalla.
Oriol y Herrera conta Japón.

4. Poca calidad. La marca España se ha asociado en los últimos años a futbolistas de calidad de primer orden. Casillas, Iniesta, Xavi, Xabi Alonso, Silva, Villa, Ramos y una larga lista de enormes jugadores que han prestigiado la camiseta nacional. Por ello parece que todo el que vista la Roja va a tener esas cualidades. Pero en esta selección hay casos cuya calidad dista mucho de la de los futbolistas antes mencionados. Domínguez, Botía, Íñigo Martínez, Koke o Rodrigo dejan mucho que desear y han generado muchas dudas de que puedan tener un futuro prometedor. Algo que, por cierto, ya habíamos visto en su rendimiento con sus clubes la pasada temporada.

El rendimiento de otros jugadores más contrastados como Mata, Isco, Ander Herrera, Muniain, Javi Martínez o el tan elogiado en la Eurocopa Jordi Alba también ha estado muy por debajo de lo habitual, unos por cansancio, otros por problemas físicos y otros porque han jugado fuera de sitio o fuera de sí.

Muniain increpando al árbitro.
5. El fair play. O mejor dicho, la ausencia de él. Es verdad que el árbitro no señaló un clamoroso penalti sobre Rodrigo en el tramo final del partido, penalti que, de marcarlo, sólo hubiera servido para empatar y alargar la agonía evitando la eliminación matemática, pero que otorgaba a España unas posibilidades de clasificación ínfimas. También es verdad que lanzaron tres balones a los palos, pero no es menos cierto que el remate de Rodrigo a puerta vacía y a menos de dos metros del marco, ha de ser gol siempre. Pues no lo fue. Y no es menos cierto que Honduras tuvo ocasiones para sentenciar incluso antes de que llegaran esos lanzamientos a los postes.

A pesar de todo ello, ni el arbitraje, ni tampoco el comportamiento ruin de los hondureños perdiendo tiempo constantemente y que, dicho sea de paso, el árbitro fue atajando en la medida de sus posibilidades, justifican un comportamiento deleznable, macarra, barriobajero y que no puede ir más en contra, tanto del espíritu olímpico como de la imagen de deportividad y compañerismo que los jugadores de la selección absoluta han ido sembrando por todos los estadios del mundo. Ver a Muniain empujar al árbitro por la espalda o patear a un rival que está en el suelo es sonrojante para el aficionado español. Esa no es la España que queremos.

Nos hemos acostumbrado a ganar y alguna vez tocaba perder, eso lo sabíamos todos. Lo que nunca pensamos es que nos iríamos sintiendo más ridículo por la actitud de los jugadores que por un juego lamentable.


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